Brecha orgásmica

Brecha orgásmica: imposición del placer masculino sobre el femenino.

La ‘brecha orgásmica’ hace referencia a la relación estructural desigual de las mujeres a la hora de mantener relaciones sexuales. Ellas tienen menos orgasmos o menor posibilidad de tener orgasmos en comparación con los hombres en el contexto de pareja heterosexual. 

En 1976, la investigadora norteamericana Shere Hite realizó un estudio que más tarde se conocería con su apellido. El Informe Hite fue pionero para comprender la sexualidad femenina. Sus hallazgos mostraron que de 1.814 mujeres que componían la muestra el 95% de las encuestadas podía alcanzar el orgasmo con facilidad y el 82% se masturbaba. Sin embargo, aunque este último porcentaje reconocía disfrutar físicamente de la autoestimulación, al mismo tiempo señalaban que se sentían psicológicamente sucias, avergonzadas, culpables o rechazadas debido a la estigmatización de la masturbación femenina.

Aproximadamente el 30% podía llegar al orgasmo durante el coito, aunque suponía una experiencia excepcional y minoritaria. Y es aquí donde radica la realidad más extendida en la sexualidad femenina: cerca del 70% de las mujeres no conseguían el clímax a través de la penetración. Estudios posteriores corroboraron estos resultados, pero a menudo etiquetaron esta ausencia de orgasmo durante el coito como «anormal» o “disfuncional”.

Estas investigaciones se han llevado a cabo en un contexto donde el modelo imperante de pareja es de tipo heterosexual debido a las fuertes herencias patriarcales. Las sociedades marcadas con esta cultura han centralizado la expresión válida y natural de la sexualidad exclusivamente sobre el coito. Otras formas de intimidad y placer han quedado así muy limitadas. Además, en este escenario la sexualidad, el deseo y la erótica femenina han estado totalmente condicionadas al imponerse la penetración como la norma. El derecho al placer sexual de las mujeres se ha relegado a un segundo plano.

Otra de las consecuencias del modelo patriarcal es que se han generado algunos mitos sobre la sexualidad femenina como, por ejemplo, la afirmación de que las mujeres se interesan por el sexo en menor medida que los hombres, debido a que ellas son, presuntamente, más sentimentales y no están tan interesadas en la iniciación de relaciones sexuales, pero los efectos no deseados de esta creencia hacen que las mujeres no esperen sentir orgasmos, ni estar seguras de experimentarlos. Otra de las falsas creencias es la insistencia en que una mujer debe obtener placer y orgasmo con la práctica del coito. Esto termina forzando a las mujeres y produciendo sensaciones de inseguridad en sí mismas. Lo mismo ocurre con el hecho de que las mujeres tardan, supuestamente, más tiempo que los hombres en conseguir un orgasmo, ya que, en teoría dependen en mayor grado de los sentimientos. Frente a esto, la realidad práctica es que una adecuada estimulación del clítoris facilita la respuesta orgásmica de forma segura y placentera.

En resumidas cuentas, nos encontramos en una sociedad con una desigualdad a nivel sexual replica con las mismas desigualdades que se encuentra en el ámbito laboral o en las estructuras de poder. Y al igual que se pretende hacer en estas dimensiones, también en el apartado sexual hay mucho trabajo por hacer. Romper con estos mitos y prejuicios es crucial para garantizar que todas las personas, independientemente de su género, puedan experimentar y disfrutar plenamente de su sexualidad, sin imposiciones ni limitaciones impuestas por normas sociales obsoletas y discriminatorias.

Si tienes problemas en la vivencia de tu sexualidad o alguna persona de tu entorno, ponte en contacto con el SAE y te ofreceremos todos los recursos disponibles. 

(Post escrito por Joaquín Negro, sexólogo especializado del equipo de SAE)

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